martes, 11 de diciembre de 2012

El rey de los gatos

Un precioso cuento mágico, solo para alucinar y soñar.


El rey de los gatos

Bajo una noche fría de invierno, dentro de un cuarto de madera, nació una camada de pequeños mininos; su madre presentaba un hermoso pelaje atigrado, en el cual las líneas negras se deslizaban en un fondo gris oscuro.
Sus pequeños hijos maullaban entre los relámpagos y la lluvia, que rugían con fiereza. Su madre que igualmente estaba asustada, intentaba tranquilizar a sus bebes con carisias. A pesar de que los mininos no lograban escuchar el ruido del exterior, se mostraban bastante inquietos, quizás porque de una u otra forma sentían el caos de afuera.
La madre estaba consciente de que al amanecer sus hijos serían arrebatados de su poder, para no volver nunca más; al menos así había ocurrido con sus cuatro camadas anteriores, a su ama no le importó cuanto sufrió. Ahora tenía que ser diferente, sus cinco gatitos debían sobrevivir, no marcharse para nunca volver.
Tras un trueno la puerta del cuarto se abrió de par en par, permitiendo así el ingreso del viento y la lluvia arrastrada por el mismo...
La madre se puso de pie, dejando a sus pequeños sobre las ropas; aunque fuese su ama, no permitiría que la separaran de sus felinos. Se encaminó hacia la entrada, puesto que debía ver con sus ojos quien venía a molestarla, pero con lo que se encontró fue algo muy diferente...
Luna: ¿qué?... No puede ser...
Justo en frente de sus alargadas pupilas, estaba Ray, el rey de los gatos...
Ray: Tranquila...
El único ejemplar bípedo de la tierra entera, el gran Ray, el único amo y señor de los gatos; el felino más importante que pisa el mundo de los vivos, incluso mucho más importante que el león, que se dice por muchos que es el rey de la selva.
Luna: Mi, mi, señor... [Tartamudeó temerosa]
Sobre el pelaje blanco invierno del señor, vestía una larga túnica carmesí, adornada con broches de plata. Del cuello colgaba una campanilla de oro, aferrada por una argolla a un collar de platino. En su mano derecha portaba un báculo de madera, posiblemente roble; que en la parte superior presentaba una esfera roja.
Siendo observada por los verdes ojos de su señor, luna se echó a sus pies, cerrando sus ojos y ronroneando, en señal de sumisión.
Ray: Vamos hija mía; levántate, vengo a brindarte mi apoyo.
Con esto Luna supo que tendría apoyo para poder rescatar a su camada y poder verla crecer.

Al amanecer ya no estaba Luna, ni sus pequeños, se habían esfumado al mismo tiempo que Ray y la lluvia.
Su ama la había ido a ver, pero solo quedó las ropas sucias, que habían servido de cobija para la familia de mininos. Cuando se percató de que su mascota estaba por ahí, se dispuso a encontrarla fuese como fuese.

Justo en la entrada del hogar de la ama, un puente permitía el ingreso, ya que pasaba un canal de regadío, que en estos momentos no traía agua y le brindaba seguridad a Luna, que tenía a sus cinco pequeños entre la hierba. A su peluda espalda miraba Ray, el rey de los gatos. Un movimiento en falso lo delató, ya que pisó un plástico enterrado en el fango, que alertó a la madre nerviosa. Luna se giró rápidamente, ya traía sus garras listas para despedazar, pero al momento de ver que se trataba de Ray, las volvió a guardar en aquella funda natural de sus manos.
Luna: ¿Que sucede? [Girándose hacia donde estaban sus pequeños]
Ray: Tu dueña anda como loca buscándote.
Luna: De seguro que quiere llevarse a mis pequeños. Pero no volveré hasta que estén listos para defenderse.
Ray: Entonces, tendrás que buscar un mejor lugar, ya que cuando las aguas vuelvan a correr, se llevará a tus vástagos y junto con ellos, te irás tú.
Estas palabras tocaron en lo más profundo de Luna; ella quería hacer todo lo posible para que sus pequeños llegaran a ser fuertes y grandes.

La ama no se daba por vencida fácilmente, y en sus manos llevaba un saco de plástico, que de seguro usaría para llevarse a los gatitos, para no verlos nunca más.

Al caer la noche y bajo el manto de estrellas, Luna trasladaba a sus pequeños en su hocico hacia otro lugar, ya que temía que cuando las aguas volvieran mataran a sus niños. Los primeros dos mininos fueron ocultados entre unas piedras, y tiernamente acomodados entre paja ceca.
Solo podía traer uno en su hocico, pero intentaba que al momento de traerlo fuese rápido.
Cuando se disponía a ir por el tercero, la ama la atrapó.... Estaba dentro del canal recogiendo a sus pequeños para introducirlos dentro del saco.
Luna: ¡No!...
Como una fiera descontrolada, Luna se lanzó sobre su ama, arañándola con todo lo que tenía... Hasta que la mujer le propinó un fuerte golpe... Arrojándola al piso...
Ama: ¿Cómo pudiste Luna?
Los golpes iban a continuar, puesto que la mujer tenía su rostro completamente arañado, pero...
Luna: ¿Qué?...
El saco de plástico que mantenía cautivo a sus pequeños se volvió polvo, dejando a los peludos chillones libres. La ama se giró y se encontró de frente con Ray, el rey de los gatos...
Ama: No puede ser...
Los ojos de la mujer casi se salieron de su lugar, pero esto solo estaba recién comenzando...
Ray: ¿Que sucede?...
La mujer subió a la orilla arrastrándose y botando saliva por su boca, se estaba ahogando... Su corazón estaba a un paso de parar su latido... Primero veía al gato caminar en dos patas, y luego lo oía hablar; el infarto se veía venir...
Mientras ocurría todo este caos, Luna terminaba de rescatar a sus pequeños, para finalmente volver al canal y quedarse en la orilla, observando cómo su ama moría de un ataque cardiaco...
Ray se puso de pie al costado de la moribunda y su báculo desprendió un brillo cegador...
Ray: Voy a quitar tu sufrimiento... [Mirándola directamente a los ojos] Pero no quiero que vuelvas a dañar a ningún gato más, en todo lo que te quede por vivir.
El rostro de la ama se tornaba morado y al fin logró dar una bocanada de aire... Tosió un poco sofocada aun, se colocó de pie y corrió hacia el interior de su hogar...
El rey de los gatos, que aun estaba parado del otro lado del canal, se volvió para mirar a Luna.
Ray: Te he salvado a tu camada. Ahora, quiero que se vallan lejos de aquí, donde no te pueda encontrar esa mujer.
Luna: Sí, pero ¿cómo nos alimentaremos?
Ray: No te preocupes...
Y el rey de los gatos desapareció...
Luna: ¡No!... Vuelve...
Ahora Luna tenía una vida nueva, libre y con cinco bebes que cuidar.

Fin

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