El rey de los gatos
Bajo
una noche fría de invierno, dentro de un cuarto de madera, nació una camada de
pequeños mininos; su madre presentaba un hermoso pelaje atigrado, en el cual
las líneas negras se deslizaban en un fondo gris oscuro.
Sus
pequeños hijos maullaban entre los relámpagos y la lluvia, que rugían con
fiereza. Su madre que igualmente estaba asustada, intentaba tranquilizar a sus
bebes con carisias. A pesar de que los mininos no lograban escuchar el ruido
del exterior, se mostraban bastante inquietos, quizás porque de una u otra
forma sentían el caos de afuera.
La
madre estaba consciente de que al amanecer sus hijos serían arrebatados de su
poder, para no volver nunca más; al menos así había ocurrido con sus cuatro
camadas anteriores, a su ama no le importó cuanto sufrió. Ahora tenía que ser
diferente, sus cinco gatitos debían sobrevivir, no marcharse para nunca volver.
Tras
un trueno la puerta del cuarto se abrió de par en par, permitiendo así el
ingreso del viento y la lluvia arrastrada por el mismo...
La
madre se puso de pie, dejando a sus pequeños sobre las ropas; aunque fuese su
ama, no permitiría que la separaran de sus felinos. Se encaminó hacia la
entrada, puesto que debía ver con sus ojos quien venía a molestarla, pero con lo
que se encontró fue algo muy diferente...
Luna:
¿qué?... No puede ser...
Justo
en frente de sus alargadas pupilas, estaba Ray, el rey de los gatos...
Ray:
Tranquila...
El
único ejemplar bípedo de la tierra entera, el gran Ray, el único amo y señor de
los gatos; el felino más importante que pisa el mundo de los vivos, incluso
mucho más importante que el león, que se dice por muchos que es el rey de la
selva.
Luna:
Mi, mi, señor... [Tartamudeó temerosa]
Sobre
el pelaje blanco invierno del señor, vestía una larga túnica carmesí, adornada
con broches de plata. Del cuello colgaba una campanilla de oro, aferrada por
una argolla a un collar de platino. En su mano derecha portaba un báculo de
madera, posiblemente roble; que en la parte superior presentaba una esfera
roja.
Siendo
observada por los verdes ojos de su señor, luna se echó a sus pies, cerrando
sus ojos y ronroneando, en señal de sumisión.
Ray:
Vamos hija mía; levántate, vengo a brindarte mi apoyo.
Con
esto Luna supo que tendría apoyo para poder rescatar a su camada y poder verla
crecer.
Al
amanecer ya no estaba Luna, ni sus pequeños, se habían esfumado al mismo tiempo
que Ray y la lluvia.
Su
ama la había ido a ver, pero solo quedó las ropas sucias, que habían servido de
cobija para la familia de mininos. Cuando se percató de que su mascota estaba
por ahí, se dispuso a encontrarla fuese como fuese.
Justo
en la entrada del hogar de la ama, un puente permitía el ingreso, ya que pasaba
un canal de regadío, que en estos momentos no traía agua y le brindaba seguridad
a Luna, que tenía a sus cinco pequeños entre la hierba. A su peluda espalda
miraba Ray, el rey de los gatos. Un movimiento en falso lo delató, ya que pisó
un plástico enterrado en el fango, que alertó a la madre nerviosa. Luna se giró
rápidamente, ya traía sus garras listas para despedazar, pero al momento de ver
que se trataba de Ray, las volvió a guardar en aquella funda natural de sus
manos.
Luna:
¿Que sucede? [Girándose hacia donde estaban sus pequeños]
Ray:
Tu dueña anda como loca buscándote.
Luna:
De seguro que quiere llevarse a mis pequeños. Pero no volveré hasta que estén
listos para defenderse.
Ray:
Entonces, tendrás que buscar un mejor lugar, ya que cuando las aguas vuelvan a
correr, se llevará a tus vástagos y junto con ellos, te irás tú.
Estas
palabras tocaron en lo más profundo de Luna; ella quería hacer todo lo posible
para que sus pequeños llegaran a ser fuertes y grandes.
La
ama no se daba por vencida fácilmente, y en sus manos llevaba un saco de plástico,
que de seguro usaría para llevarse a los gatitos, para no verlos nunca más.
Al
caer la noche y bajo el manto de estrellas, Luna trasladaba a sus pequeños en
su hocico hacia otro lugar, ya que temía que cuando las aguas volvieran mataran
a sus niños. Los primeros dos mininos fueron ocultados entre unas piedras, y tiernamente
acomodados entre paja ceca.
Solo
podía traer uno en su hocico, pero intentaba que al momento de traerlo fuese
rápido.
Cuando
se disponía a ir por el tercero, la ama la atrapó.... Estaba dentro del canal
recogiendo a sus pequeños para introducirlos dentro del saco.
Luna:
¡No!...
Como
una fiera descontrolada, Luna se lanzó sobre su ama, arañándola con todo lo que
tenía... Hasta que la mujer le propinó un fuerte golpe... Arrojándola al
piso...
Ama:
¿Cómo pudiste Luna?
Los
golpes iban a continuar, puesto que la mujer tenía su rostro completamente
arañado, pero...
Luna:
¿Qué?...
El
saco de plástico que mantenía cautivo a sus pequeños se volvió polvo, dejando a
los peludos chillones libres. La ama se giró y se encontró de frente con Ray,
el rey de los gatos...
Ama:
No puede ser...
Los
ojos de la mujer casi se salieron de su lugar, pero esto solo estaba recién
comenzando...
Ray:
¿Que sucede?...
La
mujer subió a la orilla arrastrándose y botando saliva por su boca, se estaba
ahogando... Su corazón estaba a un paso de parar su latido... Primero veía al
gato caminar en dos patas, y luego lo oía hablar; el infarto se veía venir...
Mientras
ocurría todo este caos, Luna terminaba de rescatar a sus pequeños, para
finalmente volver al canal y quedarse en la orilla, observando cómo su ama
moría de un ataque cardiaco...
Ray
se puso de pie al costado de la moribunda y su báculo desprendió un brillo
cegador...
Ray:
Voy a quitar tu sufrimiento... [Mirándola directamente a los ojos] Pero no
quiero que vuelvas a dañar a ningún gato más, en todo lo que te quede por
vivir.
El
rostro de la ama se tornaba morado y al fin logró dar una bocanada de aire...
Tosió un poco sofocada aun, se colocó de pie y corrió hacia el interior de su
hogar...
El
rey de los gatos, que aun estaba parado del otro lado del canal, se volvió para
mirar a Luna.
Ray:
Te he salvado a tu camada. Ahora, quiero que se vallan lejos de aquí, donde no
te pueda encontrar esa mujer.
Luna:
Sí, pero ¿cómo nos alimentaremos?
Ray:
No te preocupes...
Y
el rey de los gatos desapareció...
Luna:
¡No!... Vuelve...
Ahora
Luna tenía una vida nueva, libre y con cinco bebes que cuidar.
Fin
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