La llama
Una
poderosa y empinada quebrada. Aquella era rocosa y bastante seca.
Un
viejo alpinista sentía que poseía el poder suficiente como para llegar a la
sima, mucho antes de que oscureciese.
Se
trataba de una vieja rata de cerro. De arrugada figura, pero con una condición
física digna de envidiar por muchos jóvenes.
De
su cintura colgaba un arnés fuertemente aferrado a unas cadenas de su mochila y
entre sus firmes dedos se deslizaba una cuerda gruesa y resistente que sujetaba
con ayuda de unos guantes para no lastimarse la piel de sus palmas.
El
cansancio ya se comenzaba a notar en su cuerpo transpirado y para su
desgraciada suerte, aun le faltaban unos cuantos metros para acabar con su
recorrido. A demás el atardecer se aprontaba.
¡Al
fin! Sí, ya estaba en la cima, pero ocurrió algo que no se esperaba… El
anochecer lo atrapó justo cuando pensaba en comenzar a descender.
Creyó
por un momento que tenía la solución en sus manos. Buscó en su mochila una
linterna que traía y ¡sí! Allí estaba; La cogió entre sus manos y sentía que
todo estaba dado, pero recordó algo que de seguro no le ayudaría de mucho ¡no
tenía baterías! Todo estaba en contra.
La
rabia se hizo presente en su ser y arrojó aquella linterna por la quebrada que
había acabado de subir con todas sus fuerzas.
Ahora
algo más se le presentaba como un obstáculo… Niebla, y de espesura
considerable, ya que poco a poco el corto rango de visión que aun mantenía se
iba acortando más y más y a gran velocidad.
Caminó
un poco, alejándose de la orilla de la quebrada para pensar un momento. Allí, en
aquel lugar adentrado se topó con una gran roca redonda, en la cual apoyó su
trasero. Ahora sí que debía pensar en algo y pronto o el frío de la noche lo
atraparía y envolvería hasta matarlo.
Sus
piernas temblaban considerablemente, pues el frío que estaba haciendo era muy
alto; A demás la niebla ya con suerte le dejaba ver la punta de su nariz.
Sus
ojos permanecían allí, completamente suspendidos en aquel abismo oscuro y
sombrío. No era capaz de colocarse de pie, ya que corría el peligro de caer por
aquel risco que tanto trabajo le había costado subir.
¿Por
qué no calculé mejor el tiempo? Se preguntaba en su cabeza mientras sus manos
se apretaban con bastante fuerza.
De
pronto advirtió algo entre la espesa niebla… Se trataba de una pequeña luz
suspendida en aquella oscuridad. Era muy diminuta y por un momento se le pasó
por la cabeza que se podía tratar de una luciérnaga, pero era estúpido, pues
estaba en la sima de un empinado risco y de seguro que en aquel lugar no
vagaban aquellos insectos.
De
seguro que se trata de una ilusión. Pensó con firmeza para que ideas más locas
no cruzaran su mente completamente asombrada.
La
continúo mirando con sus ojos curiosos, pero allí seguía y ahora se percató de
un pequeñísimo detalle que anteriormente no había logrado divisar… Aquella luz
centellaba, sí, y era como si se tratara de una pequeña flama. Era raro, pero
cierto, pues sus ojos la estaban viendo con lujo y detalle a pesar de la niebla.
Inconscientemente
se puso de pie. Sus pensamientos estaban nublados por completo, pues sus ojos
estaban desorbitados, su respiración estaba algo entre cortada y sus manos
frías se dejaron caer por sus costados. Estaba bajo de un extraño transe.
Se
quedó allí completamente paralizado mirándola durante un tiempo indefinido…
De
pronto y contra su voluntad comenzó a caminar. Aquella llama que allí había
permanecido suspendida entre la niebla también se empezó a movilizar y era como
si su ser de una forma inconsciente la quisiese seguir a cualquier lugar que
aquella fuese.
Sus
torpes pies tropezaban en las rocas de aquel suelo pedregoso. Estaba más que
consiente de que tarde o temprano acabaría cayendo, si no era en el suelo que
pisaba con bastante torpeza iba a ser del risco, terminando con su desgracia.
Aquella
llama seguía alejándose. Era como si el sendero se hubiese de una forma
bastante extraña alargado. Cada vez se veía más y más lejos, y para su
desgracia sus pies como si estuviesen siendo atraídos por una poderosa fuerza
magnética, la seguían a siegas entre la niebla que lo envolvía con su mojante
presencia.
De
un momento a otro la llama se detuvo… Los pies de su presa también… y las
puntas de sus zapatos quedaron suspendidas en el abismo… Escombros se
desprendieron de la orilla, pues era bastante inestable. Unas cuantas piedras
seguidas de tierra se perdieron en una caída libre de miles de metros.
Ahora
si sabía que sus minutos estaban contados, ya que si fuese por él arrancaría de
la orilla, pero como aun permanecía bajo un extraño hechizo solo debía aguantar
el sentimiento de angustia al no poder dar pie atrás, a demás la desesperación
lo sofocaba con crueldad, al ni siquiera poder ver qué era lo que al frente de
él estaba. Solo veía una llama suspendida en aquel vacío.
Sus
ojos aun desorbitados dejaron de parpadear y eran lubricados por la espesa
niebla, su respiración se aceleró, pues de apoco recuperaba el control de su
cuerpo y ahora temblaba producto al miedo que lo consumía al sentir la brisa de
aquella muerte que lo esperaba tras una caída de aquel risco; Sus labios se
apretaron, de seguro tenía ganas de gritar, pero algo se lo impedía. De pronto
un leve zumbido en sus oídos le acabó por nublar su conciencia y cayó
nuevamente bajo el transe inconsciente que estaba hasta hace muy poco.
Unos
murmullos a su espalda ¿Se trataba de alguien más o solo de su imaginación? No lo
lograba saber con exactitud.
Aquel
zumbido de sus oídos al fin comenzaba a desaparecer y los murmullos se
escuchaban cada vez más altos. De pronto nuevamente tuvo el control sobre todo
su cuerpo, pero sus pies solo lograron arrastrarse unos pocos centímetros hacia
atrás, pues algo estaba ahora atrás de él y realmente a ese algo le temía, no
sabía porque, pero su cuerpo no reaccionaba cuando intentaba girarse.
De
pronto aquellos murmullos fueron cambiados por leves chillidos y… El crujir del
suelo le izo dar un pequeño salto. Era como si aquella cosa que estaba a su
espalda hubiese dado un mísero paso.
Apretó
sus puños e intentó guardarlos dentro de sus bolsillos, pues temía que fuese a
tocar algo allí en la penumbra, pero antes de que lo hiciese… La piel del dorso
de su mano derecha rosó algo peludo… Era un pelo suave y esponjoso, pero no
sabía de qué cosa era aquella parte que había rozado.
La
llama, si aquella llama que estaba al frente de sus ojos se encendió mucho más
y con la suficiente potencia para que tuviese que desviar la vista hacia otro
lado. A pesar de que sabía muy bien de que había algo a su espalda no logró
evitar mirar y… La luz desprendida por aquella llama que se había encendido con
furia le fue suficiente para lograr divisar a su pequeño acompañante que ahora
estaba a unos pocos milímetros de su mano derecha…
Un
extraño manojo de pelos, pequeño y de un hocico redondeado, los labios de este
estaban arrugados y donde su interior era visible tres hileras de dientes
puntiagudos se dejaron ver; Sobre este un extraño ojo rojo saltón no dejaba de
menearse de un lado para el otro, como si todo le llamase la atención; No tenía
patas y fuera de las facciones visibles solo se lograba ver como un bulto de
pelos negros…
¡Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!...
…
Tras
el ensordecedor grito de desesperación hacia el vacío, un gruñido muy similar
al de un porcino se escapó y la llama se extinguió. Se extinguió al igual que
la extraña criatura; Se extinguió tan rápido como había aparecido; Se extinguió
igual como ahora se extinguía el rebote del grito del viejo cayendo ante su
destino cruel, destino que ahora llegaba a su fin sin que lo lograse detener.
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