sábado, 14 de noviembre de 2015

Xilófono

Xilófono

Hace unos días, la ciudad había sido abrazada diariamente por una espesa niebla, pero no durante las mañanas, sino por las noches. Tras la caída del crepúsculo, este misterioso fenómeno se hacía presente, y no solo cegando a sus victimas, también empapándolas, como si se tratase de la majestuosa camanchaca, que sometía al norte.
Tom Cid, conserje de la torre central, que conocía muy bien las tierras norteñas, sabía muy bien que este inusual suceso no era natural. De hecho, a tres días de iniciado este periodo de espesa niebla por las noches, Tom aseguraba haber oído la percusión sutil de un xilófono en las calles, como si alguien interpretara una nota triste.
Como conducir se hacía bastante peligroso, las autoridades dejaron absolutamente prohibido este medio de movilización, ya que a la fecha, ya se habían ocasionado treinta accidentes automovilísticos, dejando cerca de cuarenta muertes, y un promedio de sesenta heridos. Por lo tanto, este conserje de cuarenta años tenía que limitarse a caminar.
Tom, que ya llevaba casi dos semanas solicitando su cambio de turno, debía salir a eso de las ocho, cuando aun la niebla no espesaba.
Se despidió de un beso de su mujer, y tras ajustar el pasador de la puerta principal, encaminó sus hartados pasos a su puesto de trabajo. La torre central, lugar de asentamiento de las oficinas principales de varias aerolíneas extranjeras, quedaba bastante retirada, a unos treinta o cuarenta minutos caminando, aproximadamente.
Al cruzar la última cuadra, sintió en su cuerpo el cambio ambiental. Su largo abrigo color chocolate, se volvió más pesado, y todo por la llovizna que traía consigo aquella molesta niebla.
-Pensé que alcanzaría a llegar. Se dijo Tom, apresurando el paso.
Ya no conseguía ver ni la punta de su nariz, todo estaba borroso, y con cada avance de la noche, se aumentaba mucho más la dificultad.
Cuando consiguió llegar a la mampara del edificio, una deliciosa música martilló en sus oídos… Y sospechosamente, desde el interior del complejo. Sabía que la conocía de algún lado, ese suave tintineo… Y justamente… Hace unos tres días, a poco de llegar a su casa, había percibido aquel sonido… Se trataba de un xilófono tocado con tal suavidad, que aparentaba llorar.
Al ingresar, con el temor en sus sudorosas carnes, se llevó la gran sorpresa de que en el interior del edificio también estaba presente aquella niebla, aunque no con la misma densidad del exterior. Avanzó por el corredor principal, distinguiendo dos imágenes borrosas al final de este, en donde se encontraba el puesto del conserje. Aquellas imágenes eran humanas, y una de ellas estaba de pie junto a la pared, mientras que la otra yacía sentada en el escritorio, con ambas manos en la superficie.
La música se hacía cada vez más fuerte, tras cada paso, el golpecito metálico se sentía mucho más rápido…
Y un murmullo llegó a sus tímpanos, como un coro macabro tras ese llanto de las teclas… Tal parecía, que ellos hablaban…
Tom no retrocedió, pese a que en su cabeza decía que sí…
Y al dar un paso más, aplastó algo blando con su taco… Un algo que tenía una contextura tan viscosa, que se embarró en su bota…
Quiso mirar a sus pies, pero su valor no fue el suficiente… Temía ver algo asqueroso, retorciéndose bajo el peso de su calzado…
Y como si todo esto no fuese suficiente, finalmente las imágenes se hicieron nítidas ante sus atónitos ojos… El sujeto de la pared, era Williams Schneider, su jefe…
-Tom…
-Señor… ¿Usted?...
Justo en frente del superior, y tocando un pequeño xilófono, estaba un joven de cabellos rubios y tez clara. A lo que vio al trabajador aproximarse, entornó sus ojos y detuvo su nota. Al reposar el palillo en la primera tecla, se escuchó un fuerte gruñido, proveniente de los muros.
-¿Qué hace él aquí? Consultó el joven, dejando caer el palillo.
-Te dije que pronto comenzaría su turno.
Tom, confundido, dio un paso al frente, barriendo con su mirada a ambos personajes.
-¿Qué ocurre jefe?... ¿Quién es él?
-Tom, guarda silencio. Ordenó Williams, aproximándose al escritorio. –Es mejor que arreglemos esto en otro momento.
El muchachito dejó escapar un suspiro, y un fuerte temblor sacudió todo… Cada puerta y ventanilla entraron en un continuo abrir y cerrar; un silencioso viento trepó por los muros, desprendiendo los cuadros, que sin más se vinieron abajo, volando en pedazos con el contacto en la baldosa…
Tom perdió el equilibrio, acabando de espalda en el muro… Y solo cuando estuvo más estable, logró ver como su jefe se sostenía a duras penas en uno de los bordes del viejo escritorio.
-Señor Schneider, sabe muy bien que yo ordeno y usted obedece.
La voz del joven se detuvo, y el hombre salió disparado del lugar…
Tom se interpuso, aferrando por la espalda a su jefe, pero este movimiento no fue suficiente para aplacar la ira del extraño, que empleando una fuerza sobrenatural, los aventó unidos hacia las alturas, ingresando por una ventanilla del segundo piso…
-Creo que para que entienda, tendré que darle una lección. Acabó diciendo el muchachito, antes de que su cuerpo se desvaneciera.
Ambos se desplomaron en la brillosa baldosa, quedando entre las patas de un largo mesón… Se incorporaron bastante adoloridos, y con mil preguntas en su cabeza, Tom buscó la mirada de su superior, perdiendo ante la penumbra. Con el poder desatado, el edificio por completo se había sumido en las sombras.
-Tom, no te muevas. Ordenó con voz armoniosa Williams, avanzando a trompicones. -Creo que estamos en la oficina de despachos.
Jaló un cajón, rebuscó un momento y encendió una linterna. Don Williams estaba junto a un escritorio, con una pequeña linterna en su mano izquierda, y una pistola en la derecha.
-Tom, aproxímate.
El hombre obedeció, y sin decir palabra alguna lo arribó.
-Lamento tanto que te veas involucrado en esto.
-¿Qué está ocurriendo aquí? Preguntó Tom, apoyando su mano en la superficie lustrosa del escritorio. -¿Quién, o qué era aquel joven?
-¿Quién?... Su nombre es Darhon.
-¿Darhon?... Un nombre bastante extraño para un humano.
-Lo que ocurre, es que no es humano. Señaló Williams, ajustando el cargador del arma. -¿Has oído hablar de los ángeles caídos?
-Un demonio.
-Justamente. Respondió con voz segura el cabeza, encaminando sus pasos a la puerta. -Lamentablemente, mi padre, para dejarnos todo esto, cometió el gravísimo error de hacer un pacto. Y el muy cobarde, antes de que se llegara el día de su ajuste de cuentas, se suicidó.
-Comprendo… ¿Entonces, le están cobrando a usted?
-Así es.
Del otro lado, se oía los gruñidos de las criaturas de las tinieblas, aguardando a eliminarlos.
-Para nuestra adorada suerte, estos seres son vulnerables a las armas mientras estén materializados.
Antes de girar la manilla, esa triste nota del xilófono comenzó nuevamente…
**********
El cielo rugía furioso, estremeciendo cada espacio con su ira. La lluvia caía a cantaros, y los poderosos truenos retumbaban a la distancia.
Un hombre, odiando aquella pobreza que lo invadía hasta las entrañas, llegó hasta un callejón abandonado. Se trataba de James Schneider. Sumergido en su desgraciada miseria, buscaba con desespero donde refugiarse. El banco había embargado su vivienda, por deudas arrastradas por su esposa, antes de escapar con su amante a otra ciudad.
Una de las tantas casas abandonadas, hace poco más de un año, le sirvieron de refugio para semejante temporal, y a lo que la rechinante puerta se abrió, calló de bruces al mugroso suelo desnudo.
Aquella villa, por su mala construcción, había sido abandonada hace unos pocos meses, y los responsables de aquel trabajo, estaban a espera de la demolición para partir una vez más.
Hasta los oídos del hombre llegó la dulce melodía de un instrumento muy poco común… Un xilófono. Aquellos instrumentos, eran realmente fáciles de reconocer, ya que su tintineo no tenía comparación, y mucho menos en los oídos de James.
Antes de arrojarse al mundo laboral, James estuvo estudiando la carrera de música, en una de las universidades más prestigiosas a nivel nacional; pero cuando sus padres, desafortunadamente fallecieron en un accidente automovilístico, no tubo más que resignarse, y abandonar aquel titulo que tanto añoraba. Unos años más tarde, y al asociarse en una fabrica de cartones, en donde llegó a ser jefe; creyó que su destino cambiaría, y que su carrera al fin saldría a flote, pero no fue así… En una de las numerosas galas de la compañía, conoció a Katherine, su actual esposa, con la que contrajo matrimonio casi a ciegas, y que ocho meses mas tarde lo engañaría con su mejor amigo…
Aquella melodía penetraba sus oídos, internándose en su cabeza…
Se arrastró como un gusano, buscando la procedencia de aquella dulce música, guiado únicamente por su oído, ya que sus ojos solo contemplaban la oscuridad.
-James… James…
Una voz lo llamaba de aquí y allá, sin dejar claro hacia donde debía seguir, pero el pordiosero se detuvo, tomando posición fetal, para resguardarse del gélido aire. Ocultó su rostro entre las manos, cubriendo sus oídos con la presión de sus palmas.
-James… James…
Pero aun estaba allí, llamándolo.
-James…
La voz, y el dulce tocar, ambas piezas sonoras calaban en sus entrañas, desconcentrándolo y enfureciéndolo…
-James… James… James…
-¡Sal de mi cabeza!... Exclamó furioso James, golpeando el piso con sus puños cerrados.
-James, tienes que tranquilizarte. Yo puedo ayudarte.
-¿Qué? Consultó James en un tono que más pareció un susurro.
De pronto la música cesó, llevándose junto con sus dulces notas la voz…
Hasta los oídos del desgraciado hombre llegaba el martilleo incesante de los goterones en el techo, lo demás, era un silencio profundo…
-¿Qué fue aquello?
Luego, y con el fin de ese castigo auditivo, James Schneider, quien llegó a ser un hombre de poderosa situación económica, calló rendido ante los brazos del sueño… Dejando atrás, todo lo ocurrido…
**********
A lo que la puerta se abrió de par en par, dos balas destellaron en la profunda oscuridad, abatiendo a un ángel negro que los aguardaba con una larga guadaña en las manos… Ambos proyectiles penetraron su cráneo, desparramando sobre una rasgada alfombra parte de su masa encefálica, revuelta con sangre…
Williams y Tom se aproximaron al cadáver, que ahora yacía de espalda, con la larga asta de su arma. El trabajador arrebató el acero de las manos aun calientes del monstruo muerto, y antes de seguir con su rumbo, se volvió a ver el rostro de su empleador.
-Me sorprendes Tom… Comentó Williams, recargando el cañón. -Creí que al ver a los ángeles correrías a esconderte.
-No, ya sabía de ellos.
-¿A sí?... ¿Y desde cuando?
-Hace tres años, tuve un encuentro violento con un demonio que se hacía llamar Zarac.
-¿Zarac?... Creo que había escuchado de él. Se dijo Williams, ajustando el cargador. -Tuve una o dos discusiones con esa criatura, antes de que desapareciera sin dejar rastro.
Se encontraban en un largo pasillo alfombrado, con varias puertas a los costados, y mientras hablaban, de una puerta situada a menos de diez metros, aparecieron dos ángeles. Venían armados con guadañas, y batiendo sus alas negras.
Cuando Williams alzó su cañón, Tom se interpuso.
-¿Qué te sucede Tom?
-Déjemelos a mi.
La mirada de su trabajador contenía cierta seguridad, y esto fue lo que le hizo bajar el arma.
-Gracias. Asintió Tom, sosteniendo la guadaña con ambas manos. –Es hora de jugar.
Los cuerpos de aquellos demonios, tan similares a los de los humanos, no traían protección alguna, solo un taparrabos de piel, ajustado con cintas de oro. En sus imponentes anatomías, exhibían tonificados músculos, miembros largos acabados en garras, y la piel ennegrecida por las llamas del infierno.
Ambos monstruos arremetieron con sus lustrosos aceros. Tom los aguardó en su posición, y a lo que ya estuvieron a rango, su mortal ataque dio inicio… El primer corte se vino de abajo hacia arriba, abriendo el abdomen de su victima en canal, desparramando sus intestinos en el piso… La criatura retrocedió dando aullidos de dolor, y su compañero bajó la guardia para poder prestarle ayuda. Este fue el instante perfecto, Ya que con una abanicada de izquierda a derecha, separó las cabezas de ambos enemigos…
-Todo acabó. Anunció Tom, apoyando la hoja de la guadaña en su hombro.
Los cráneos rodaron juntos hasta chocar en el muro, y derramando la sangre a borbotones, los cuerpos se desplomaron.
-Creo que aun sigo en forma.
-Sí. Afirmó Williams, cruzándose de brazos. -Dime algo Tom… ¿Tú que eres?
-¿Yo?...
**********
Al otro día, la lluvia había cesado, y James se integraba a su miserable realidad nuevamente. Aun estaba dentro del recinto abandonado, y sus sucios harapos ya estaban secos. Intentó incorporarse, sosteniendo su cadavérico cuerpo con sus manos, pero el hambre lo tenía a su merced… Se derrumbó como un recién nacido, y se arrastró en un torpe intento de luchar por su estúpida existencia, y aquella música una vez más apareció, lacerando sus tímpanos.
-¡No!... ¡Vete!...
Se retorcía sobre su abdomen, cubriendo sus oídos con ambas manos, pero era imposible, aquella nota del xilófono, era mucho más poderosa, penetrando por sus poros, dirigiéndose directamente a su mente…
-¡Sal de mi cabeza!
-Pero James. Dijo una voz joven.
El hombre, viendo que debatirse era imposible, elevó su mirada, distinguiendo que justo en frente, estaba un muchacho de cabellos dorados, tocando aquel infernal instrumento.
-Al fin mi querido James.
-¿Quien eres? Consultó James, luchando por sentarse.
-Soy el único ser en este mundo que te puede ayudar.
-Nadie me puede ayudar, estoy perdido en mi miseria.
-No digas eso. Señaló el muchacho, deteniendo su tonada. -Te demostraré, que yo soy tu esperanza de existencia.
-Patrañas…
La habilidosa muñeca del muchacho se agitó con sutileza, permitiendo que las percusiones fuesen suaves y dulces.
-Observa mi fantástico poder.
Las teclas metálicas se iluminaron, y en frente del hambriento hombre, aparecieron dos platos, uno con pan y el otro con carne; además, y junto a estos alimentos, una copa rebosante en vino. Al ver este oasis en su limitada existencia, al igual que un perro de la calle, se lanzó sobre la comida, ingiriendo todo a gran velocidad.
-James, así como te pude dar que comer, te puedo dar lo que quieras. Señaló el joven, deteniendo su música. -Solo necesito una sola cosa de ti.
-Dime, pide lo que quieras. Respondió James, cogiendo la copa.
-¿Lo que quiera?... Bien…
**********
-Aun no me respondes Tom.
Tom desvió su mirada, y tras golpear el suelo con el extremo del asta, respondió:
-Soy humano.
Williams frunció el seño.
-No se porque no te creo.
-Ese es su problema jefe.
-Bueno… Si tu lo dices… Acabó cediendo el superior. –Vamos, la escalera esta a muy pocos metros.
Continuaron con su infernal travesía, y antes de que consiguieran bajar el primer escalón, una horda de demonios surgió de las sombras… Del interior de las salas y de agujeros en el techo, emergieron infinidad de enemigos, que traían un solo propósito entre manos, aniquilarlos.
-Tom, es hora de combatir.
-Jefe, solo le pido una sola cosa.
-Sí, dime.
-No aleje la luz de la linterna.
-Lo intentaré. Dijo finalmente Williams, dando inicio a su lluvia de balas.
Sangre y pedazos de carne, bañaron los muros y el piso, gracias a la inmensa potencia del cañón. Por otro lado, Tom separaba miembros, y abría cráneos y torsos, derramando cada fluido a sus pies…
Era una masacre… Los demonios no tenían posibilidad ante la pareja, quienes con sus armas mutilaban sus cuerpos físicos, obligando a los caídos a volver al abismo, para continuar friéndose por la eternidad.
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Ya la pobreza no estaba en su apariencia. Zapatos de cuero, camisas de seda, pantalones y chaquetas de reconocidas marcas; James Schneider era un hombre nuevo, completamente de etiqueta. Conducía un vehículo del año, traído directamente desde Europa, con cada pieza cuidadosamente seleccionada.
Su inmensa riqueza nadie la vio venir, y aquellos que alguna vez le habían negado una moneda en la calle, lo miraban hacia arriba.
Cada millón, fue inteligentemente invertido, en una imponente construcción, la torre central. Este edificio, de sesenta pisos, servía de sede para reconocidas aerolíneas extranjeras, que pagaban considerables sumas de dólares para mantenerse allí. Además, y para duplicar sus miles y miles de billones, tenía varios salones de juego en distintos puntos del país, los cuales le garantizaban una vida dorada hasta su muerte.
-Cien años, recuerda que ese es nuestro trato. Le señaló con tono frívolo el joven, acomodándose en el asiento del copiloto.
-Darhon, ya lo sé. Contestó James, cerrando la puerta. -Puedes tener más que seguro que a lo que cumpla ciento treinta años, mi alma quedará a vuestro servicio.
-Quiero aclararte algo antes.
-Sí, dime.
-Quiero que sepas, que si por cualquier circunstancia tu decides escapar a tu destino, será tu descendencia quien pague la deuda.
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Un brazo voló por los aires, y antes de que el demonio pudiese contraatacar, el metal cercenó su cuello, separando el cráneo del cuerpo… Las partes rodaron por la ensangrentada alfombra, y el cuerpo se desplomó de espalda. Detrás de este rival venía uno más, al cual Tom lo empaló con la punta de la hoja, internándosela por el estomago, para hacer emerger la punta por el cuello… La sangre se derramaba a chorros, y cuando el hierro fue quitado del cuerpo mutilado, dejando que un gorgoreo acallara el alarido de la bestia antes de morder el polvo…
Una tras otra, las balas eran escupidas de la boquilla humeante, acabando con los seres infernales. Los proyectiles reventaban la carne de las criaturas, desprendiéndola con facilidad de los firmes huesos.
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Schneider el grande, como él mismo se había denominado, por su tremendo poder monetario; no tenía pensado tener hijos, y mucho menos, emparejarse, pues conocía muy de cerca al genero femenino, y sabía que si le decían que lo amaban, sería por su dinero, y no por su persona. No obstante, en una de sus salidas fuera de la ciudad, cometió el gravísimo error de dejar caer su mirada en una mujer de clase baja, Solange Mauro. Solange era una mujer sencilla, sin mayores planes que tener un esposo y varios hijos, a los cuales educaría de la mejor forma.
James se embobó con la mujer, y con un mes de salidas a comer y paseos en playas privadas, la llevó a vivir con él, dejando la seguridad a Darhon, que su presa no escaparía.
El cuerpo de ella era lo embriagador, morena, de pechos grandes y enhiestos, caderas anchas, piernas gruesas y largas, y un trasero carnoso y redondo. Una hembra que lo hacía desearla hora tras hora, dulce y fogosa…
Su desgracia calló cuando la noticia llegó hasta sus oídos… Estaba embarazada…
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Tomas ya estaba sin aliento, y al rosar la afilada hoja en el mugroso muro, el último demonio acabó tumbado, con el estomago abierto en tres partes, y sus vísceras a la vista.
-Será mejor que nos demos prisa, o vendrán más criaturas. Señaló Williams, recargando el cañón.
-Sí, vamos.
Bajaron en carrera al primer piso, y allí estaba Darhon, con su apariencia de joven humano, y el xilófono apoyado sobre sus piernas. Al ver a sus contrarios aprontarse, sonrió y dijo:
-Los felicito cegadores, nunca pensé que llegarían tan pronto.
Ante las palabras del ángel caído, ambos, empleado y empleador se miraron, sin siquiera pensar que habían reprimido sus fuerzas, siendo que ambos eran cegadores de espíritus.
-No lo puedo creer… Murmuró Tom, mirando fijamente a su jefe. -¿Usted?
Williams blandió la pistola al frente, y de las ajustadas uniones metálicas se desprendieron varios resplandores, que transformaron una arma ordinaria de la tierra de los hombres, en una pistola fantasmal, con cada una de sus piezas translucidas y fulgurantes.
-Tom, las apariencias engañan.
-Y bastante.
Tom sostuvo el asta con ambas manos, y al igual que el arma de fuego, el acero desprendió un resplandor único, perteneciente a la tierra de los muertos.
Ambos aliados se quedaron en guardia, observando la estúpida sonrisa que sostenía Darhon, mientras giraba el martillo percutor entre sus dedos.
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A solo un día de terminar su contrato, James Schneider corría a toda prisa bajo la lluvia… Una sombra lo seguía muy de cerca. Su aliento estaba a muy poco de abandonarlo, y en un intento desesperado por huir de las garras de su cazador, ingresó en un edificio en proceso de demolición. Avanzó a paso lento por entre barrotes de madera, dispuestos para que el complejo no se viniese abajo antes de tiempo. El ser, sin querer dejarlo escapar, voló por entre los pilares, oliendo aquel miedo que tanto le gustaba.
-¡James! Exclamó la bestia, posando sus garrudas patas en el concreto desnudo.
Una barra metálica calló de las alturas, y James, temiendo morir aplastado, salió de su escondite, quedando a merced del demonio. La garra de la criatura intentó aferrarlo, pero el hombre se arrojó al piso, evitando su captura.
-¡Cien años, cien años James!
-Dile a tu maldito señor, que estoy consciente de ello. Respondió el hombre, incorporándose. -Pero el plazo termina mañana.
Ya su cuerpo no era el mismo… Los años le habían caído encima, y ahora sus huesos eran más frágiles, su piel arrugada y con gran suerte conservaba vestigios de cabello. No obstante, eso no le obstruía para escapar y luchar, pues su vigor seguía intacto.
-Conozco tus intenciones Schneider, quieres escapar.
-No… No es así.
-¡No mientas! Lo increpó el demonio. -A los humanos puedes inventarles todos los cuentos que quieras, pero a nosotros no. Vemos dentro de sus mentes, y veo muy claramente que quieres huir a tu destino.
Había sido atrapado. De hecho, James si quería escapar; le había tomado tanto amor a la vida que ya no deseaba dejar el mundo para ir junto a Darhon, y no sabía como torcer el cruel brazo del destino.
El demonio alargó su brazo, encajando las garras en el pecho de James… Poco a poco, le fue robando la tan preciada vitalidad. La sangre caía a goterones, y de la boca de la victima únicamente escapaban gritos estridentes.
-Zarac, déjalo. Dijo una voz oculta en las sombras.
La criatura no pareció escuchar, y continuó con su acción macabra, generando más y más dolor a su presa. Mientras el rostro del mortal se desfiguraba por causa del inmenso sufrimiento, el ángel negro parecía fortalecerse mucho más.
-Zarac, te dije que lo dejes. Volvió a manifestarse la voz, y en esta ocasión el ente alzó su vista, buscando en cada rincón el paradero de este entrometido, pero no conseguía verlo.
-¡Déjate ver! Exclamó el ser, extendiendo sus alas.
Y no tubo respuesta alguna, en vez de eso, una acerada hoja brillante apareció desde atrás, ingresando por el cráneo y bajando… El cuerpo del maligno ser fue cortado a lo largo, desparramando una marejada de liquido carmesí, que empapó el tembloroso cuerpo del viejo James.
-¿Quién eres? Preguntó James, sosteniéndose de un pilar para no caer.
Justo en frente de él, estaba un extraño sujeto de aproximadamente veinte años, que traía su cuerpo abrazado por un largo abrigo color chocolate, y que en su mano sostenía una larga espada resplandeciente.
-Es una larga historia, James Schneider.
-¿Cómo conoces mi nombre? Se mostró sorprendido el anciano.
-Toda tu historia está en las sombras, desde aquel día que vendiste tú alma a Darhon.
-No quiero irme con él…
-Justamente por eso mismo estoy aquí. Respondió el guerrero, enarbolando su arma. –Tu única esperanza es dejarte morir por mi espada.
-Pero… ¿Porqué?... No quiero morir… Lloriqueo el hombre, apoyando su frente en el pilar de madera.
-Si acabo contigo ahora, cortaré tu lazo que te une a Darhon, y solo de esa forma podrás marcharte al cielo.
-Cegador… Comprendo tu misión en este lugar. Comenzó diciendo James, apretando sus puños. -Pero antes de volar al cielo, quisiera pedirte un favor.
-Adelante, te escucho.
-Voy a dejar un hijo a su suerte… Quiero que lo protejas.
El cegador comprendía el dolor presente en el corazón del desafortunado, y sin más decir, asintió en silencio, antes de dejar caer el acero sobre aquel mortal maldito.
**********
-¿Solo se quedarán allí mirándome? Preguntó en tono burlesco Darhon.
-Hace muchos años que sigo tus pasos Darhon. Señaló Tom, blandiendo su acero. -Pero ahora no te me escapas.
-Tom, Tom… Supe en el momento que te vi que nos conocíamos.
-¿Se habían visto antes? Consultó expectante Williams.
-Willi, tu solo llevas diez años como cegador, y con Tom nos conocemos hace trescientos años. De echo, Tom no es su verdadero nombre… ¿Cierto, Reyi?
-Ese nombre lo dejé cuando abandoné mi trabajo de cegador, ahora soy Tom.
-Pero tus poderes aun los conservas.
-¡Silencio! Se enfureció Tom.
La afilada hoja de la guadaña cortó el espacio, abanicando el rostro de Darhon… Ni por un solo instante el joven se mostró aterrado, incluso ante el zarpazo ni siquiera pestañó.
-Tom, Tom; será mejor que tomes enserio esto, ya que yo pienso aniquilarlos.
Y la maléfica sonata comenzó nuevamente.
Del instrumento emergieron un sinnúmero de tentáculos negros, que se arrojaron sobre el cegador. Tom, sosteniendo el asta con ambas manos, impartió continuos mandobles que despedazaban aquellas extensiones del mal. Williams, a sabiendas que su empleado necesitaría de su ayuda, presionó el gatillo en repetidas oportunidades, escupiendo del cañón proyectiles del tamaño de un puño, que con el contacto con los apéndices, estallaban con la fuerza de una granada de mano…
El portador del hierro, se internó en una cortina de sanguinolentos trozos de carne humeantes, y cuando tubo a Darhon a un par de metros, ejecutó su ataque, cercenando las manos del joven demonio… Con una penumbra consumida por los gritos del ángel caído, los disparos del cegador pistolero consiguieron su objetivo, regar en pedazos el cuerpo físico de aquella criatura, que acalló sus gritos tras una cortina de estallidos…
Con los seres de las tinieblas acabados, el complejo regresó a la normalidad, y ambos hombres, empleado y empleador se quedaron mirando fijamente, sosteniendo sus confundidas miradas. Las fuerzas celestiales dejaron el campo, abandonando los armamentos terrenales.
-Jefe, al fin a quedado liberado, Darhon ya no existe, por lo tanto, aquel pacto echo por su padre, a terminado.
-¿Conoció a mi padre?
-Bueno… Se silenció un instante Tom, luego prosiguió. –Él no fue el mejor de los hombres, pero ante la realidad que lo acogía, creo que cualquier mortal hubiese aceptado la propuesta de aquel demonio.
Williams meditó lo escuchado, y surgieron nuevas dudas en su cabeza.
-¿Y mi madre?
-Ha… Bueno… Creo que es otra historia, que no viene al caso.
La mano de Tom aflojó, dejando caer el acerado metal.
-¿Tom?
-Jefe, creo que hay cosas que es mejor que no sepa. Acabó diciendo Tom, encaminando sus pasos a la calle.
Fuera, la luna brillaba en el punto mas alto del cielo. El encuentro con las criaturas infernales solo había durado un par de horas, pero al menos, la niebla que sofocaba a la ciudad con su presencia, se había esfumado, para sumergirse en el olvido, al igual que Darhon.

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