lunes, 10 de diciembre de 2012

100% Weón

Una experiencia narrada que le puede ocurrir a cualquier grandisimo idiota, lo importante es que quede como enseñanza, para que a ninguno de ustedes les ocurra esto, o algo similar.


100% Weón

Este era el día más importante para Martín, ya que después de estar insistiendo por seis meses, Silvana aceptó salir con él, pero no halló nada mejor que invitarla a su casa a cenar hoy a las 19:00 PM.
Como todo buen estúpido, se comenzó arreglar a las 18:00 PM y cuando ella tocó la puerta él aun estaba desordenado y salió igual abrir. Silvana lucía hermosa, pero él muy por el contrario lucía despreciable, ya que aun no se peinaba, la ropa la traía toda desordenada, como si se la hubiese tirado sin ni siquiera tratar de ordenarla y lo peor era que aun tenía cara de recién levantado, por las lagañas que todavía tenía en sus ojos.
La invitó a pasar con una sonrisa que a ella le daba miedo, porque mostraba ser un maniaco sexual, pero a pesar de todo ella entró, caminaron hasta el living comedor y Martín la invitó a tomar asiento, luego se dirigió a la cocina y sin más apuros le dio un vaso con cerveza que ella aceptó de inmediato, solo para que él no se sintiese mal.
-¿Tienes hambre? Preguntó Martín haciéndose el tonto.
-No mucha. Respondió ella con cierto cuidado quizás para que no pensara que solo venía por la comida.
-Yo tampoco. Solo se hacía el lindo, ya que por dentro trataba de esconder que estaba cagado de hambre.
Martín se quedó callado y mirando hacia la ventana, sin pensar que ella lo miraba, se introdujo los dedos a la nariz, extrayendo los últimos panes orneados exclusivamente para él, que venían enormes, viscosos y con pequeñas tiras de sangre, que según Martín esas eran las que le daban el toque sabroso y sin pensarla más se los introdujo a la boca, creyendo que solo lo veían los ojos hambrientos y celosos de las dos moscas que estaban en la ventana, pero no era así, ya que Silvana que no tenía visibilidad completa porque él estaba vuelto hacia la ventana y a la vez le estaba dando la espalda, podía ver lo que él hacía con exactitud por un espejo que estaba al lado de esta. Martín creyendo que la había hecho piola, se dio la vuelta hacia ella que trataba de ocultar su asco.
- Vuelvo de inmediato.
Martín se levantó y corrió a la cocina, sacó el pollo que había comprado ya asado y lo metió al horno, como si él se hubiese molestado en prepararlo, luego tomó las pastas que igualmente estaban ya preparadas y las puso en el micro ondas para calentarlas y así poder a serla creer que era un cocinero de primera. Volvió de nuevo al lado de ella con la chiba de que estaba viendo que la Sena no se quemara y esta vez se sentó al lado de ella.
Pasaron veinte hermosos minutos al lado de ella y de pronto una explosión se escuchó en la cocina. Martín casi se hizo en sus pantalones, ya que sabía que quizás el micro ondas había estallado con las pastas dentro, porque no lo había programado y hasta ahora se acordaba.
-Ahora vuelvo.
Martín se levantó del lado de Silvana y corrió veloz a la cocina y al llegar se percató de que no se equivocaba, ya que justo ahora el micro ondas era solo un montón de chatarra humeante. Al ver que ya no tenía Sena abrió la ventana de la cocina y salió a comprarla, ya que si ella se daba cuenta, no lo querría ver nunca más.
Como pudo llegó al restorán más cercano que estaba a treinta cuadras en tan solo dos minutos y después de encargar su pedido se comenzó a revisar los bolsillos para pagar y se dio cuenta de que no tenía un veinte y como todo weón grande, se devolvió a la casa velozmente a buscar el dinero, entró por la ventana sin aliento por haber corrido tanto, se arrastró por el piso hasta su pieza, sin que ella se diera cuenta, sacó el dinero, se arrastró de vuelta a la cocina, salió por la ventana nuevamente, corrió hacia la tienda y como abra sido su suerte, que por el camino hasta cuatro perros lo salieron persiguiendo sin lograr alcanzarlo. Entró a la tienda, pagó la cena y salió de nuevo a su casa corriendo, pero esta vez los perros que lo habían perseguido, lo siguieron nuevamente y ahora lo atraparon mordiéndole el trasero en tres partes diferentes.
Después de veinte agotadores minutos de acción, Martín llegó nuevamente a su casa con el culo adolorido y las piernas desechas por tanto correr de un lado a otro.
Martín al fin con la Sena en sus manos, salió al comedor, pero allí no había nadie y sobre la mesa había una carta que decía:
Querido Martín: Nosotros dos no estamos hechos el uno para el otro, ya que tu presencia repugna y bueno yo soy más decente. También me gustaría que cambiaras ese modal asqueroso que tienes de comerte las basuras de tu nariz.
Se despide con mucho cariño Silvana.
Martín al leerla solo quería morirse, ya que tanto trabajo y para nada, incluso casi perdió el culo con los perros.

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