100% Weón
Este
era el día más importante para Martín, ya que después de estar insistiendo por
seis meses, Silvana aceptó salir con él, pero no halló nada mejor que invitarla
a su casa a cenar hoy a las 19:00 PM.
Como
todo buen estúpido, se comenzó arreglar a las 18:00 PM y cuando ella tocó la
puerta él aun estaba desordenado y salió igual abrir. Silvana lucía hermosa, pero
él muy por el contrario lucía despreciable, ya que aun no se peinaba, la ropa
la traía toda desordenada, como si se la hubiese tirado sin ni siquiera tratar
de ordenarla y lo peor era que aun tenía cara de recién levantado, por las
lagañas que todavía tenía en sus ojos.
La
invitó a pasar con una sonrisa que a ella le daba miedo, porque mostraba ser un
maniaco sexual, pero a pesar de todo ella entró, caminaron hasta el living
comedor y Martín la invitó a tomar asiento, luego se dirigió a la cocina y sin
más apuros le dio un vaso con cerveza que ella aceptó de inmediato, solo para
que él no se sintiese mal.
-¿Tienes
hambre? Preguntó Martín haciéndose el tonto.
-No
mucha. Respondió ella con cierto cuidado quizás para que no pensara que solo
venía por la comida.
-Yo
tampoco. Solo se hacía el lindo, ya que por dentro trataba de esconder que
estaba cagado de hambre.
Martín
se quedó callado y mirando hacia la ventana, sin pensar que ella lo miraba, se
introdujo los dedos a la nariz, extrayendo los últimos panes orneados
exclusivamente para él, que venían enormes, viscosos y con pequeñas tiras de
sangre, que según Martín esas eran las que le daban el toque sabroso y sin
pensarla más se los introdujo a la boca, creyendo que solo lo veían los ojos
hambrientos y celosos de las dos moscas que estaban en la ventana, pero no era
así, ya que Silvana que no tenía visibilidad completa porque él estaba vuelto
hacia la ventana y a la vez le estaba dando la espalda, podía ver lo que él hacía
con exactitud por un espejo que estaba al lado de esta. Martín creyendo que la
había hecho piola, se dio la vuelta hacia ella que trataba de ocultar su asco.
-
Vuelvo de inmediato.
Martín
se levantó y corrió a la cocina, sacó el pollo que había comprado ya asado y lo
metió al horno, como si él se hubiese molestado en prepararlo, luego tomó las
pastas que igualmente estaban ya preparadas y las puso en el micro ondas para
calentarlas y así poder a serla creer que era un cocinero de primera. Volvió de
nuevo al lado de ella con la chiba de que estaba viendo que la Sena no se
quemara y esta vez se sentó al lado de ella.
Pasaron
veinte hermosos minutos al lado de ella y de pronto una explosión se escuchó en
la cocina. Martín casi se hizo en sus pantalones, ya que sabía que quizás el
micro ondas había estallado con las pastas dentro, porque no lo había programado
y hasta ahora se acordaba.
-Ahora
vuelvo.
Martín
se levantó del lado de Silvana y corrió veloz a la cocina y al llegar se
percató de que no se equivocaba, ya que justo ahora el micro ondas era solo un
montón de chatarra humeante. Al ver que ya no tenía Sena abrió la ventana de la
cocina y salió a comprarla, ya que si ella se daba cuenta, no lo querría ver
nunca más.
Como
pudo llegó al restorán más cercano que estaba a treinta cuadras en tan solo dos
minutos y después de encargar su pedido se comenzó a revisar los bolsillos para
pagar y se dio cuenta de que no tenía un veinte y como todo weón grande, se
devolvió a la casa velozmente a buscar el dinero, entró por la ventana sin
aliento por haber corrido tanto, se arrastró por el piso hasta su pieza, sin
que ella se diera cuenta, sacó el dinero, se arrastró de vuelta a la cocina, salió
por la ventana nuevamente, corrió hacia la tienda y como abra sido su suerte,
que por el camino hasta cuatro perros lo salieron persiguiendo sin lograr
alcanzarlo. Entró a la tienda, pagó la cena y salió de nuevo a su casa
corriendo, pero esta vez los perros que lo habían perseguido, lo siguieron
nuevamente y ahora lo atraparon mordiéndole el trasero en tres partes
diferentes.
Después
de veinte agotadores minutos de acción, Martín llegó nuevamente a su casa con
el culo adolorido y las piernas desechas por tanto correr de un lado a otro.
Martín
al fin con la Sena en sus manos, salió al comedor, pero allí no había nadie y
sobre la mesa había una carta que decía:
Querido
Martín: Nosotros dos no estamos hechos el uno para el otro, ya que tu presencia
repugna y bueno yo soy más decente. También me gustaría que cambiaras ese modal
asqueroso que tienes de comerte las basuras de tu nariz.
Se
despide con mucho cariño Silvana.
Martín
al leerla solo quería morirse, ya que tanto trabajo y para nada, incluso casi
perdió el culo con los perros.
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