Solo un escrito como superación.
El bebedero
para las aves
Riqui
era un gorrión cualquiera, que tenía sueños y aspiraciones que no se asemejaban
a otras aves. Desde que rompió el cascarón siempre deseaba poder ir más arriba,
pero nunca mirando en menos a sus hermanos, ya que solo anhelaba dar un mejor
vivir a cada una de las aves del bosque.
Un
año, en el que las lluvias se atrasaron más de la cuenta, los árboles estaban
muriendo lentamente y cada fuente de agua se comenzaba a secar; en pocas
palabras, cada criatura viviente de la zona estaba obligada a cooperar para
poder obtener recursos y continuar sobreviviendo.
Mientras
que algunos animales cavaban profundos pozos para poder sacar agua de las
entrañas de la tierra, Riqui reunía piedrecitas y mezclándolas con lodo inició
la construcción de un inmenso bebedero para que el agua se reuniera allí, y así,
cuando las lluvias se atrasaran, no sufrieran nuevamente aquel infierno de
sequedad. Para su mala suerte, nadie le creía, por lo tanto el trabajo lo debía
hacer solo, soportar el duro calor y trasladar una a una las piedras.
Cuando
el medio día se acercaba, llegó hasta su lado Rojo, un joven aguilucho.
Agitando sus pequeñas alas, Rojo se posó sobre una rama cercana y le dijo:
-Riqui,
me imagino que el poderoso calor del disco de fuego, mesclado con la
persistente necesidad de agua, te tiene que mantener muy mal; vamos acompáñame,
para que puedas beber del río, aun queda para todos.
Riqui,
consciente de lo que tenía que hacer, alzó su mirada hasta la rama y le
respondió:
-No,
quizás en un rato más, pero ahora tengo que preocuparme de levantar este
bebedero. A lo mejor estoy pensando muy anticipadamente, pero no quiero que
volvamos a sufrir de la necesidad de las lluvias.
-Pero
Riqui... Insistió Rojo. -Si sigues así morirás.
-No
importa. Respondió con firmeza Riqui. -Algún día entenderán porqué estoy
haciendo esto.
Sintiendo
que el pequeño solo era un terco, Rojo remontó vuelo, abandonándolo a su
suerte.
Al
otro día, Riqui seguía con su labor y hasta su lado llegó Kho, el zorro. Kho
caminó hasta una distancia prudente y se sentó a verlo trabajar, luego que
estuvo cómodo le dijo:
-Riqui,
el día de ayer no bebiste una sola gota, solamente trasladaste agua para hacer
más lodo, si sigues así morirás.
Riqui
se detuvo y dirigiendo sus ojos hasta donde estaba el zorro le dijo:
-Me
basta con el agua que obtengo de los frutos que picoteo, no puedo desperdiciar
ni una sola gota del río, ya que las necesito para volver mucho más sólido el
bebedero.
Sintiendo
que la avecilla se alentaba con sueños tontos, Kho se marchó corriendo del
lugar, internándose y perdiéndose entre los matorrales que se secaban poco a
poco.
Al
otro día, Riqui seguía trabajando con mucho esfuerzo y el río comenzaba a
mostrar su estado crítico, puesto que ahora sus aguas solo eran un reducido
charco, que no duraría más allá de una semana.
Con
el temor de que el pequeño gorrioncillo pereciera en los brazos calientes del
sol, llegó hasta su lado Nhi, una elegante cabra. Cuando Nhi se sentó a ver
como el pequeño trabajaba, dio un profundo suspiro y dijo:
-Riqui,
queda muy poca agua en el río y en cualquier minuto se va a esfumar, deberías
ir a beber.
Con
las palabras impregnadas de preocupación, Riqui se detuvo para responder:
-Si
quieres ayudarme de verdad, anda y dile a todos que me vengan a dar una mano,
ya que lo que estoy haciendo es algo que nos beneficiará a todos.
Nhi
torció la cabeza hacia su costado derecho, luego preguntó:
-¿Qué
quieres hacer?
-Levantar
un bebedero, en el cual se juntará mucha agua de lluvia, que podremos usar para
sobrevivir cuando el río se seque. Respondió Riqui regresando a su labor.
Intentando
creer en las palabras del pequeño gorrión, Nhi se fue hacia el río. Una vez en
la orilla, le dijo a todos lo que quería hacer Riqui, pero los animales que la
escuchaban con mucha atención, rompieron en una carcajada al unísono...
Al
día siguiente, el río estaba mucho más seco y junto a Riqui un grupo reducido
de gorriones lo estaban ayudando a levantar el bebedero; además, Nhi y otros conocidos
de ella, igualmente estaban prestando su ayuda.
Antes
de que callera la noche, el bebedero ya estaba terminado; solo faltaba que comenzara
a llover.
Cuando
amaneció una vez más y el cielo gris se rompió en aguacero, todos los animales
estaban muy contentos, puesto que al fin tendrían agua para saciarse.
Dentro
de una cueva, en donde se protegía Riqui y sus ayudantes, Nhi encontró un trozo
de madera en donde aparecía dibujado el bebedero, de seguro que Riqui lo había hecho
con sus garras. El gorrión que logró divisar que Nhi había encontrado su
modelo, agitando sus alas se posó sobre el lomo de la cabra y dijo:
-Al
igual que ese bebedero, tengo muchos proyectos más para que todos los animales
tengan un mejor vivir.
Nhi
cerró sus ojos y dejó escapar un suspiro...
Cuando
aquellas serpientes de distintos colores, se alzaron sobre las alturas,
formando una especie de arco anunciando que las lluvias ya se habían marchado,
todos los animales salieron de sus escondites y fueron a disfrutar de la
humedad que tanto esperaban. El río no se logró llenar con agua, pero al menos
la poca que tenía les serviría para mantenerse durante unos pocos días más.
Pasaron
cuatro días y volvieron a los mismos aprietos, entonces fueron a dar un vistazo
al bebedero de Riqui y se dieron cuenta de que aquella construcción de lodo y piedrecitas
contenía tanta agua como para mantener a todos los animales abastecidos. Entonces
se dieron cuenta de que Riqui tenía razón, y para poder recompensarlo por todo
el trabajo realizado, lo dejaron encargado de todos los proyectos destinados al
bosque, siendo apoyado por todos los animales constructores, o sea los
castores. Gracias a esto y todas las ideas de Riqui, en el bosque nunca más un
animal sufrió de sed.
Moraleja:
Todo esfuerzo tiene una gran recompensa.
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